El
rey de España estuvo muy recientemente en Israel y acudió, en perfecta pose
mediática de lo políticamente correcto, a la memoria histórica como una
necesidad para recordar el holocausto organizado por los nazis en la década de
los 40. Sin embargo, ese mismo Felipe VI guarda en España un silencio más que
sospechoso respecto a las muchas decenas de miles de españoles que todavía
yacen en cunetas y fosas comunes… Un
poco lo mismo que con el gobierno local de Jerez (PSOE) que organiza unas
pomposas jornadas en el Alcázar para hablar del exilio español, pero se muestra
calculadamente pasivo a la hora de suprimir, ya de una vez por todas, los
símbolos franquistas de la vía pública. El memoricidio español practicado
durante largos años de olvido programado por la Transición, que como el rey
miró hacia otro lado, ha dejado un efecto que ahora el ascenso de las derechas
nos recuerda sin contemplaciones: una
peligrosa fragilidad democrática.
La
ecuación es sencillísima de comprender: si el PSOE, de la mano del PP, se ocupa
de cambiar nada menos que la Constitución Española retocando sustancialmente el
artº 135 que habla del gasto público, entonces las clases trabajadoras y la
clase media de este país le volverá la espalda y votará las candidaturas de
derechas que no creen en la democracia (como es el caso de Vox). A la no
aplicación calculada de la (tardía) legislación de la memoria histórica, más
votantes de Vox. A menos memoria histórica, a menos valentía en hacer lo que es
de justicia respecto a los que yacen en las cunetas, más gloria y
reconocimiento a la dictadura franquista. Memoricidio
y fragilidad democrática están estrechamente relacionados, como vasos
comunicantes, en Madrid lo mismo que en Jerez.
En
fin, el caso es que esta nueva proposición de ley hecha por el PSOE nos trae
algunos lentos avances sobre la memoria histórica que no están mal: “En la misma dirección, la proposición no de
Ley sobre memoria democrática pretende el reconocimiento, reparación y
dignificación de la memoria de las víctimas del franquismo y la puesta en
marcha de medidas como exhumaciones de fosas comunes; retirada de simbología
franquista de lugares públicos; prohibir la exaltación y enaltecimiento del
franquismo en lugares públicos; retirada de condecoraciones y prestaciones
sociales de criminales no juzgados durante el franquismo; declarar nulas las
condenas y sanciones dictadas durante la guerra civil o la dictadura por
motivos políticos, ideológicos, de creencia o de orientación sexual, identidad
o expresión de género; y auditar y devolver bienes expoliados por el franquismo
a sus legítimos titulares, así como recuperación inmediata del Pazo de Meirás
para el patrimonio público”. Pero ¿y la derogación de la Ley de Amnistía
que permitiría abordar de frente la plena condena a la dictadura?, ¿y la anulación de los títulos nobiliarios
que son un descarado homenaje al franquismo?, ¿y los dejes franquistas que
aún tienen lugar por ejemplo en un senado, presidido por el PSOE, donde no se
puede, respecto al franquismo, emplear la expresión “régimen genocida e
ilegal”? (véase: https://www.elnacional.cat/es/opinion/agusti-colomines-blanqueando-franquismo_462810_102.html), ¿y la
anulación, revertiendo los efectos causados, de las condenas de los juicios
militares que tuvieron lugar durante el franquismo contra quienes el oscuro
régimen consideró enemigos de España?, ¿y la denuncia y bloqueo de medidas
administrativas de algunas comunidades autonómicas, como las de Andalucía o
Madrid, que están suprimiendo de la vía pública los homenajes a los
represaliados del franquismo?, ¿y la más
decidida actuación del Mº de Justicia también frente a aquellos ayuntamientos
que se hacen los longuis a la hora de cumplir con la legislación vigente en
materia de memoria histórica? (véase: https://www.mjusticia.gob.es/cs/Satellite/Portal/es/ministerio/gabinete-comunicacion/noticias-ministerio/justicia-pide-ayuntamientos), ¿y la
apertura, pero de verdad, de todos los archivos y centros de documentación que
interesan para destripar el meollo histórico del régimen franquista?...
En
definitiva, muchas personas conscientes hablan de todo esto con gran claridad:
“Y muchos
defensores de la dictadura que quieren imponer su memoria con la excusa de la
reconciliación. La banalidad del mal no puede ser la raíz de donde crece la
impunidad para quienes provocaron el horror durante cuarenta años. Si no
conseguimos una nueva memoria democrática, la que seguiremos manteniendo será
la del franquismo. ¿Nunca veremos aquí a ningún cómplice de la dictadura franquista sentado
en el banquillo de los acusados y aún menos su condena? ¿De verdad que nunca?”
(Alfons Cervera)
En Jerez todo esto
tiene una traducción sencilla de comprender nada más entrar en la ciudad por la
avda. Domecq… No necesito decir más. Y por ello, pienso que localmente
tenemos mucho que avanzar
en lo que a reformulación de su tradicionalista imagen pública se refiere.
Porque en el siglo XXI nuestra imagen pública no debería estar basada en
algunos símbolos antidemocráticos, o confesionalistas, o muy tradicionalistas,
etc. La historia concebida como inmovilismo secular y la simbología religiosa
usada como fórmula obsesiva y única referencia para nombrarlo todo, no son
buenas cartas de presentación y genera una inquietante fragilidad democrática
crónica.
Este
tradicional estilo simbólico que ha gobernado nuestras mentes hasta aquí
debería ser cambiado, renovado en favor de la democracia, de los derechos
humanos, del desarrollo de las libertades, del espíritu aconfesional que se
recoge en la Constitución, etc. La momificación de la imagen de Jerez no es
buena cosa.
En Jerez, hay un aparatoso exceso de
simbología religiosa y hay vestigios del franquismo que tienen que suprimirse. Si entre todos
procedemos y decidimos estos cambios, que ya no deberían hacerse esperar mucho
más, obtendremos una renovación de nuestro imaginario colectivo, un creativo
refresco para nuestra identidad, una nueva forma de entender y celebrar nuestra
forma de ser, nuestra idiosincrasia, nuestro gusto por la vida y por la libertad;
en definitiva un no desdeñable refuerzo democrático a favor de la convivencia,
la igualdad y el respeto a la pluralidad.
Una
ciudadanía democrática puede decidir, en un clima de diálogo y de respeto
mutuo, cualquier cuestión de la vida pública que considere oportuna. En este
sentido, quizás ha llegado el momento de tomar decisiones sobre el ámbito de
cosas al que aquí nos referimos con una propuesta, de la que aquí solo
ofreceremos pinceladas, para cambiar la imagen simbólica de Jerez.
1º.-Cambiar el nombre del cementerio
municipal.
Oficialmente
se llama “Cementerio Municipal de Jerez Ntra. Sra. de la Merced”, pero podría y
debería pasar a llamarse de otra manera, con un nombre que no se refiera a una
advocación religiosa de este o de aquel credo. Porque todos tenemos derecho -es
un derecho elemental y fácilmente comprensible- a un nombre que no aluda a una
confesión religiosa, pues no todos somos creyentes.
2º.-Día de San Dionisio y pendón de
jerez
¿Por
qué el patrón de la ciudad ha de ser un desconocido santo antiguo?, ¿a qué se
debe esa manía de sacar una enseña de guerra -el pendón conquistado a los
musulmanes en las guerras bajomedievales- el día 9 de octubre desde el
Ayuntamiento hasta la iglesia de San Dionisio?. Estas costumbres ya no se
sostienen, ya no las entiende nadie; y el poco significado que conserva por
ejemplo el símbolo del pendón de guerra -el de estandarte de “santa cruzada”
contra los infieles- ya no es compatible con los valores que se recogen en la
Declaración Universal de los Derechos Humanos.
3º.-Estatua del dictador Primo de
Rivera.
Este
militar golpista fue presidente del Consejo de Ministros y era de Jerez, de
acuerdo, pero el problema es que su estatua en la plaza del Arenal conmemora,
claramente, el intervencionismo militar español sobre un pueblo vecino y
hermano como es el pueblo marroquí. Además, en el pedestal de la mencionada
estatua en medio de la plaza del Arenal, la primera de la ciudad, aparecen
varios generales que luego participaron en primera línea en el golpe militar de
Franco contra la legalidad democrática vigente a partir del 14 de abril de
1931. Que este “espadón” presida simbólicamente la vida actual de Jerez
perjudica nuestra imagen democrática. Fácilmente, podríamos sustituir este
monumento por una fuente igual o parecida a la que se construyó allí en 1869
con motivo de la traída de aguas a Jerez.
4º.-Entierro de los Primo de Rivera en
la basílica de la Merced.
El
general Primo de Rivera y Orbaneja y el alcalde Primo de Rivera y Urquijo
disfrutan ahora de sepulcros y lugares muy honoríficos al pie de la que en
estos momentos es la patrona de la ciudad, la Virgen de la Merced. Esta especie
de privilegio político-religioso de dos personas de profundas convicciones poco
democráticas viene a querer decir que, por lo que hicieron, les debemos
permanentemente reconocimiento y honores. Sin embargo, cualquier jerezano sabe
que ensalzar a dos personajes tan claramente vinculados a las dictaduras es, de
algún modo, vincular a toda la ciudad con las dictaduras. Estos vínculos condenan
nuestra imagen a épocas pasadas que debemos superar ya.
5º.-Patrón y patrona de una ciudad
obsesivamente sacralizada.
Que
la ciudad esté bajo la protección espiritual, valga este antiguo lenguaje, de
San Dionisio y de Nuestra Señora de la Merced, en calidad de patrón y patrona
de la ciudad, deja hoy fuera de esta cobertura
simbólica a todos aquellos que no son creyentes ni son católicos. ¿Dónde
está escrito que aún debamos tener santos protectores de las ciudades como si
viviéramos en la edad media haciendo rogativas para que llueva o para que no
nos asole la peste o el hambre?. Esta costumbre, tan propia y favorecida por el
régimen de Franco, vuelve a marginar a
toda aquella ciudadanía que manifiesta su disconformidad con la severa
confesionalización de siempre. Estos antiguos patronazgos, vestigios de una
sociedad teocrática que dio lugar a engendros como la Inquisición, ya no tienen razón de ser. El llamado Día de Jerez no tiene que estar
forzosamente barnizado con leyendas religiosas que siguen y siguen
protagonizando nuestro imaginario colectivo e identidad histórica.
6º.-El ofrecimiento de la vara de
alcaldía al Cristo de la Viga.
Es
inadmisible que un gobierno municipal democrático caiga en costumbres del
franquismo, al parecer de fines de los años 40, como es la entrega de la vara
de alcaldía al Cristo de la Viga en el período de la Semana Santa. Esta
simbólica entrega del símbolo del poder municipal a esa imagen del Cristo de la
Viga vuelve a infringir, de forma evidente, el artº 16 de la Constitución: “Ninguna confesión tendrá carácter estatal”.
Muchos jerezanos y jerezanas no queremos que continúe ese acto de sumisión
simbólica del poder civil al poder religioso. Corrijamos esta cuestión. Es muy
sencillo hacerlo.
7º.-Fiestas públicas, como la de la
vendimia, desacralizadas.
Que
el Ayuntamiento haya financiado con dinero de todos la construcción de varias
casas de hermandades o un Museo del Belén puede pasar, quizás, pero que se dedique
fervorosamente a montar belenes en la vía pública y en la casa consistorial ya
se comprende menos. Que el alcalde o alcaldesa o sus representantes acudan
frecuentemente a todos los actos religiosos que se organizan en Jerez no es
razonable.
Otro
momento simbólico de la mayor significación es, en septiembre, la Fiesta de la
Vendimia. Pero, otra vez, ¿dónde está escrito que haya que organizar el acto
central de esta fiesta, la llegada del nuevo mosto, al pie de la catedral de
Jerez?. ¿No hay absolutamente nada en la vida de la ciudad que no nos veamos en
la cansina circunstancia de, también como en la “Fiesta de San Antón”, ser
bendecidos por la divina providencia?.
8º.-“Avenida alcalde Álvaro Domecq”.
Hace
tiempo que la ley vigente prescribió la supresión de los símbolos franquistas
de la vía pública (como los escudos franquistas de la Escuela de Arte en c/
Porvera). Sin embargo, en Jerez quedan unos cuantos de ellos, como por ejemplo
las denominaciones de determinadas calles, caso de la “Avenida alcalde Álvaro
Domecq” y el monumento ecuestre a este dicho alcalde franquista, y presidente
de la Diputación de Cádiz, en la confluencia de dicha avenida con las del
Ejército e Ingeniero Ángel Mayo.
Aquel
alcalde del franquismo representó, como todos sabemos perfectamente en Jerez,
la vigencia del caciquismo, el señoritismo, el patriarcalismo, el catolicismo
más ortodoxo, etc. Nuestros padres y abuelos sufrieron una férrea cultura de la
sumisión, casi como siervos de la gleba,
en aquella oscura sociedad arcaizante que dicha estatua ecuestre representa
todavía. Dejarla donde está es airear permanentemente lo peor de nuestro
pasado, plagado de hirientes desigualdades también representadas en la estatua
del viejo Marqués de Domecq en Cristina; dejar esa fea estatua y ese
antidemocrático nombre a la avenida parece un intento nostálgico de perpetuar
aquel estado de cosas en el que el 90% de la población carecía de víveres,
escuelas, sanidad, vivienda, empleo… al tiempo que la clase social a la que
Domecq pertenecía, y que se sumó al franquismo como uña y carne, disfrutaba de
los mejores recursos. Todo esto no es de recibo en un estado democrático como
el nuestro.
9º.-Desacralización del callejero de la
ciudad.
y 10º.-Un monumento a las víctimas del
franquismo en Jerez.
Muchísimas
veces hemos pedido las asociaciones memorialistas y de víctimas del franquismo
en Jerez un gran y significativo monumento, en un sitio céntrico y de buena
visibilidad, a las víctimas mortales de la represión fascista. La asesina
represión que organizó aquí el comandante Arizón segó la vida de,
aproximadamente, 600 personas. Creemos que eso, y el hecho de que esas 600
personas eran de lo mejor de la sociedad local de la época que luchó por la
democracia y resistió al fascismo, merece, sin más tardanza, un monumento en
nuestra ciudad.
Cristóbal Orellana González
(Presidente del Grupo de Memorialistas de Jerez)